27 marzo 2007

La política sin el pueblo


"- Es, por tanto, obra nuestra, de los fundadores - continué yo -, obligar a los mejores hombres a volverse hacia la ciencia que antes hemos reconocido como la más sublime de todas, a ver el bien y a realizar la ascensión de la que hemos hablado y, después de haber llegado a esa cumbre y vean suficientemente [el bien], no les permitamos lo que ahora les permitimos.
- ¿Qué es, pues?
- El permanecer allí - contesté yo - y no querer descender ya más con aquellos prisioneros ni tomar parte en sus trabajos y en sus honores, más o menos estimables.
- Entonces - dijo -, ¿atentaremos contra sus derechos y haremos que vivan peor, pudiendo ellos tenerla mejor?"

Platón

La práctica actual política se encuentra en este estado que Platón describe maravillosamente bien en el Libro VI de "La República". En efecto, nuestra política se ha convertido en un juego de sombras en las que la demagogia campa a sus anchas como las tropas victoriosas en el territorio enemigo. Nuestros "demagogos" se han encumbrado a esa supuesta "Idea de Bien" que ellos creen tener, a ese mundo oscuro y abstruso en los que las opiniones, manifestaciones y deseos del pueblo, llámese "prisioneros", no son tenidas en cuenta.

Ciertamente, ni siquiera es posible afirmar, en su defecto, que han salido de la caverna para conocer el bien. Se han quedado en ese mundo de imágenes y representaciones equívocas e hipócritas con las que manejan el destino de cualquier pueblo. Queda lejos, pues, la vuelta hacia el interés del ciudadano de la calle. El político actual no vive para el pueblo, sino que es el pueblo el que vive para él, para el interés del partido al que representa. Y no solo hablo de un grupo concreto, sino de todos en general.

Consiguientemente, el bien común se ha perdido debido a todas esas visiones contradictorias que luchan por las migajas de un poder decadente manifestado en intereses particulares y utilitaristas. Ahí queda la idea platónica de "obligar a los mejores hombres a volverse hacia la ciencia que antes hemos reconocido", de mostrar qué es lo que pueden y no pueden hacer, por dónde deben pasar sus acciones políticas. No nos encontramos en uno de los estados totalitarios que Hobbes tan bien describe en el capítulo dedicado a las leyes civiles en el "Leviatán". Ese paradigma de Estado fue superado hace tiempo, y no debemos caer de nuevo en sus pérfidas garras.

El político debe volverse hacia el pueblo y realizar su tarea para el bien y mejora del pueblo, y nunca sin el pueblo. El pueblo ya no se contenta con "pan" y "circo", el pueblo quiere que se le escuche, y es el pueblo quien ha elegido a sus representantes, pero esto no es óbice para que los políticos justifiquen acciones no reconocidas por aquellos que en su día les votaron. Si hay que atentar contra la opulencia de sus vidas y contra unos derechos que nadie en ningún momento les ha reconocido, así habrá de ser. Pero no les "podemos permitir lo que ahora les permitimos".

26 marzo 2007

El Leviatán bajo sospecha


"Pero quienes solo se fían de la autoridad de los libros, siguen ciegamente a un ciego, y son como el que, fiándose de las falsas reglas de un maestro de esgrima, se aventura presuntuosamente a enfrentarse con un adversario que terminará matándolo o hiriéndolo."

T. Hobbes

En el "Leviatán o la materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil" nos encontramos, en los primeros capítulos, que esencialmente tratan la antropología hobbesiana, con esta tajante afirmación. Resalta la idea, que se repetirá en más pasajes de esta primera parte, la crítica que el autor inglés le hace sobre todo a la filosofía escolástica y a Descartes. Es cierto que no lo cita directamente, mientras que a los escolástico sí, pero no cabe duda, y es algo que se puede ver en cualquier biografía de ambos, que Hobbes nunca le tuvo mucho cariño a su contemporáneo.

Por otro lado, es interesante observar cómo su crítica se vuelve contra él, ya que el lector que posa sus ojos sobre las líneas anteriormente citadas se preguntará dónde debe depositar su confianza al encontrarse con semejante pasaje al principio del libro. No es menos cierto que la primera parte de esta monumental obra, que ha influido de una manera inimaginable en la política y en la actual configuración de los estados europeos, no tiene tanta importancia en comparación con el resto de los temas.

Pero aún así, siembra las dudas sobre si debemos seguir a este maestro de la esgrima política, que en su lectura nos llevará por las bases del Estado Moderno, deteniéndose aquí y allá para atosigar a sus adversarios con estocadas que nos mostrarán cómo fueron las cosas, y como el devenir del tiempo ha hecho que sean lo que actualmente son.

24 marzo 2007

En un segundo...

"Cualquier pena es soportable si se puede contar una historia"


Hanna Arendt

04 marzo 2007

La acción moral

¿Son todas las acciones que realiza el ser humano morales? ¿Existen acciones que sean amorales?

Si entendemos al ser humano como un ser que perfecciona su naturaleza, entendiendo esta en sentido clásico, entonces ¿En qué sentido se puede afirmar que toda acción es moral, que todo lo que hacemos repercute de alguna forma en nosotros?

Parece que no se puede realizar esta afirmación puesto que, por ejemplo, que yo abra el paraguas en un día de lluvia parece que no afecta en nada a mi naturaleza, que ni me perfecciona ni me degrada. Simplemente es una acción amoral. Pero, ¿no corremos el riesgo de agrandar el significado de la amoralidad con todo lo que ello traería consigo? ¿En qué sentido podría ser esta acción u otras del estilo moral?