07 octubre 2006

La verdad de uno fue la verdad de todos

Ensayo para Filosofía del Lenguaje del curso pasado.

En las últimas décadas hemos visto cómo el análisis del lenguaje se ganaba el honor de ser considerado la cúspide del trabajo filosófico. Esto no es señal de que otros campos filosóficos hayan sido olvidados, pero sí es cierto que, después de más de dos milenios de pensamiento, parece que no hay mucho en lo que ahondar. Sin embargo, se hace necesario dejar de teorizar en tan altos niveles de abstracción y llevar la investigación filosófica a la práctica, porque, al fin y al cabo, ¿de qué sirve el pensar si no es para traducirlo en acción?

“Todos los hombres desean por naturaleza saber” (Omnes homines natura scire desiderant)(1) . Aristóteles comienza así el libro I de la Metafísica, pero si todos los hombres desean por naturaleza saber, lo desean para poner en práctica eso que han aprendido. ¿De qué sirve el conocimiento si no se traduce en conocimiento práctico? Evidentemente hay conocimientos que no pueden desligarse de un ámbito puramente teórico, pero vivir exige acción, la acción responsabilidad, y el primer requisito de la responsabilidad es el conocimiento.

“En efecto, los principios de la acción son los fines por los cuales se obra; pero el hombre corrompido por el placer o el dolor pierde la percepción clara del principio, […] el vicio destruye el principio”(2) . Se ve que el conocimiento se hace necesario para la correcta ejecución de las acciones, no solo debemos conocer por conocer, hay que traducirlo en actos. Así, no es sorprendente que nos encontremos con infinitas investigaciones sobre el significado de la verdad y su análisis. Pero, sorteando lo que denominaríamos investigación ética, debemos enfrentarnos a la propia sociedad.

Toda investigación filosófica acaba por olvidarse de la realidad como un entramado en el que conviven, existen y se relacionan las personas. Al final, toda investigación termina por volverse tan abstracta que se vuelve incapaz de modificar la praxis de la gente. ¿De qué sirve hablar de la verdad si no sabemos qué piensa la humanidad sobre lo qué es la verdad?

En la actualidad, la mayoría piensa que la verdad es la verdad de cada uno. La investigación filosófica busca desentrañar la verdad desde el lenguaje. J. L. Austin pone el siguiente ejemplo: “supongamos que todas las circunstancias de situación que han de estar en orden para tener éxito al enunciar algo, lo están; incluso cuando ya he tenido éxito surge la pregunta, ¿lo que yo he enunciado era verdadero o falso? Y esta es la pregunta, hablando en términos ordinarios, acerca de si el enunciado corresponde a los hechos”(3) . En última instancia, qué obtiene de esto una persona de la calle. Nada. Su vida no se rige en torno a los pensamientos que un filósofo pueda tener sobre la verdad o la falsedad en el lenguaje, porque para ellos por la boca muere el pez. Lo dicho, dicho está.

“Por ello, --viene a concluir Austin--, la solución del problema de la verdad no debe ser buscada en una simple distinción de ‘verdadero’ y ‘falso’, ni en la distinción entre los enunciados y el resto de los actos de habla”(4) . Y aunque Austin prosigue por otros derroteros y busca aclarar la noción de verdad en el lenguaje; pienso que la verdad debe ser aclarada desde cada persona y contando con cada persona para ello.

Es obvio que siempre que se busca solucionar un trascendental, como el de la verdad, tenemos que recurrir a una teoría universal que pueda explicarlo para todos de una manera satisfactoria. Pero, la verdad, aunque sea en el fondo algo objetivo, como dice santo Tomás: “así como lo verdadero se encuentra de un modo más principal en el entendimiento que en las cosas, así también se halla más principalmente en el entendimiento que juzga que en el acto por el que el entendimiento forma las quididades de las cosas”(5) , también es algo subjetivo.

En el entendimiento la verdad se encuentra de forma objetiva en cuanto que su captación proviene de lo sentido desde la realidad, sin embargo, en el momento en el que realizamos un juicio y transformamos el concepto de nuestra mente en una expresión ya lo estamos subjetivizando, lo estamos convirtiendo en algo nuestro. Pasamos del mundo objetivo al mundo de las sensaciones internas que conforman nuestro espíritu y dotan al pensamiento de una realidad que es propia de cada uno.

Entonces, ¿qué es la verdad? Objetivamente la verdad se encuentra en nosotros, pero nunca podremos escapar a nuestro mundo interior. Eso nos deja a merced de nuestra propia subjetividad y solo nos resta bucear en lo más profundo de nuestro ser para acercarnos a ella. De hecho, el Oráculo de Delfos ya se lo anunciaba a Sócrates: “Conócete a ti mismo”. Pero, ¿cómo se conoce uno a sí mismo? En palabras de Hugues de Saint-Victor: “Conocerse a sí mismo es saber su condición, su orden, lo que debía a lo que está por encima de él, en él y por debajo de él; comprender cuál había sido hecho, cómo debía conducirse, lo que debía hacer o no hacer: en todo eso consistía conocerse”(6) .

En el fondo, cada uno conoce la verdad conociéndose a si mismo. Para tal fin hay infinitos métodos: unos nunca llegarán a conocerse; otros se conocerán como puedan; algunos acabarán conociéndose mediante la introspección. Pero, en el fondo, los que lograrán conocerse bien serán aquellos que pongan la búsqueda del conocimiento fuera de ellos mismos: “El conocimiento de Dios sin el de nuestra miseria hace el orgullo; el conocimiento de nuestra miseria sin el de Dios hace la desesperación. El conocimiento de Jesucristo es el medio, porque en él encontramos a Dios y nuestra miseria”(7) .

Toda búsqueda de la verdad comienza y termina por la búsqueda de la propia intimidad.



Bibliografía utilizada

  1. Metafísica, Aristóteles. Libro I. Edición trilingüe de Valentín García Yebra. Gredos. 1998
  2. Ética a Nicómaco, Aristóteles. Libro VI. Edición bilingüe de María Araujo y Julián Marías. Clásicos Políticos. Madrid, 2002
  3. J. L. Austin. “We have here a new dimension of criticism of the accomplished statement” Words, p. 139. Citado por Jaime Nubiola en J. L. Austin: Análisis y verdad. Anuario Filosófico X/2 (1977)
  4. Jaime Nubiola. J. L. Austin: Análisis y verdad. Anuario Filosófico X/2 (1997)
  5. Santo Tomás de Aquino. De Veritate 1 Artículo III. Traducción de Jesús García López en: Doctrina de Santo Tomás sobre la verdad, Eunsa, Pamplona 1967, p. 172.
  6. Hugues de Saint-Victor, De sacramentis, I, 6, 15; Patr. Lat., t. 176, col. 272. Citado por Étienne Gilson. El espíritu de la Filosofía Medieval. Biblioteca del cincuentenario. Rialp 2004. p. 220.
  7. B. Pascal, Pensées, L. Brunschvig, edic. minor, p. 367. Citado por Étienne Gilson. El espíritu de la Filosofía Medieval. Biblioteca del cincuentenario. Rialp 2004.

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