La radicalidad del ser humano
El ser humano es un animal, pero es un animal especial porque tiene algunas características, difíciles de descubrir, que hacen de él un ser único en la naturaleza, y que lo diferencia en gran parte del resto de los animales. La tarea de descubrir estas diferencias ya fue señalada históricamente por Aristóteles para él que el ser humano es un animal con capacidad racional, es decir, es capaz de pensar, crear, juzgar y actuar. Además, tiene dos facultades propias de su especie, a saber: la facultad intelectual y la facultad volitiva. Asimismo, Aristóteles no le daba a estas facultades un órgano que actuase como referencia sensible al igual que el ojo para la vista.
Sin embargo, en toda la Historia del Pensamiento siempre se ha buscado arrebatar al ser humano del pedestal que ocupa por encima de toda la naturaleza, y en los últimos tiempos se han investigado otras especies para certificar que el ser humano no está por encima de todo lo creado, al menos en grado cualitativo. Pero, por mucho que se haya descubierto es innegable la radicalidad del ser humano como lider de toda la naturaleza.
Una primera característica que llama la atención en el ser humano es la inespecifidad biológica de la que hace gala. Los animales tienen instintos, mientras que los seres humanos tienen tendencias, es decir, el animal no puede poner freno a lo que su naturaleza le exige a cada momento, mientras que el ser humano tiene una apetencia que le inclina hacia un bien, pero que no coarta su libertad a la hora de actuar; esa tendencia no tiene por qué ser obedecida.
Así, se entiende porque el ser humano no tiene garras ni un pelaje caliente y protector, no tiene una fuerza exagerada ni alcanza velocidades asombrosas. El ser humano es radicalmente inespecífico, y esta inespecifidad afecta a su supervivencia. Por eso, necesitamos de los cuidados maternos y paternos durante un largo periodo de tiempo. Sin embargo, el ser humano tiene algo que no tienen los demás: una capacidad intelectual y volitiva muy desarrollada comparada a la que podemos encontrar en otros animales.
Es cierto que los delfines, por ejemplo, tienen un alto grado de desarrollo de su inteligencia, pero aunque eso sea así no significa que estén al nivel del ser humano. Muchos pensadores contemporáneos afirman que el hombre no es único porque en la naturaleza nos encontramos con animales con inteligencia y una cierta capacidad volitiva, que pueden hacer planes con vistas a un futuro muy cercano y que incluso trabajan por el bien de la especie. Pero esto no significa que el ser humano pierda su principal diferencia con respecto al resto de las especies. Es que más que una diferencia cualitativa es una diferencia cuantitativa. Los delfines no alcanzaran la potencia que tiene una razón humana, por mucha inteligencia que puedan tener.
Luego existen otra serie de características propia de la especie humana que no encuentran parangón en otros estratos de la naturaleza. Por ejempo la capacidad de erguirse sobre las patas delanteras y dejar libre el uso de las manos. Esto es algo que no se ven en ninguna otra especie natural, pero también nos encontramos con la capacidad que tienen las personas de pasar vergüenza, cualidad que no tiene ningún otro animal.
Se puede comparar de mil maneras a los animales con el animal humano. Se podrán encontrar miles de similitudes entre ellos en el plano cualitativo, pero eso no significará que los humanos pierdan el papel superior que tienen en la naturaleza. Y sino miremos hacia atrás y veamos quién ha escrito la historia...
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