15 noviembre 2007

A propósito de los 300


Tiempo ha pasado desde que la película "Los 300" fue emitida en los cines de todo el mundo, tiempo ha pasado desde que la misma obra fue llevada al soporte del DVD, y tiempo ha pasado desde que millones de personas asistieron a la aniquilación de los valientes luchadores que perdieron la vida por un mundo libre de cualquier tiranía.

Hoy viéndola y recordándola de nuevo he asistido a un espectáculo que no deja a nadie indiferente, que no deja mudo a nadie.
Y me pregunto qué ha sido de esos valores que defendía el rey Leónidas, qué ha sido de la fortaleza, el amor, la bravura y la defensa a la tierra que llevan a cabo esas 300 personas.

Es curioso ver como en nuestra realidad actual se critican esa clase de valores. Valores que antaño eran considerados como los más importantes para la vida de algunos seres humanos.
Esta obra de arte, porque no puede llamarse de ninguna otra manera, no deja a nadie indiferente, porque al verla todos quieren o sienten identificarse con lo que en ella se expone. No ya con la perfección de las imágenes visuales que debemos a Frank Miller, sino con las ideas y los valores que en ella se exponen. Toda una demolición de nuestra actual cultura y sistema de pensamiento. ¿Dónde ha quedado la defensa de esos valores inalcanzables para todo ser humano? ¿Dónde ha quedado el coraje, la valentía, el sufrimiento, el sacrificio de la gente?

Miramos la sociedad que nos rodea y vemos cómo hemos perdido las ganas de enfrentarnos al mundo, a la injusticia, al agravio. ¡Conformistas!, eso es lo que somos, ¡conformistas! Vivimos en un mundo que solo nos necesita para llevarnos a la apropiación de cuantos más objetos mejor. No se equivocaba aquel que dijo que el objeto nos domina. Más bien, añadiría yo, nos pervierte. Somos insaciables, incontrolables... somos nada.


Al ver de nuevo los 300, al escuchar las últimas palabras de Leónidas antes de sucumbir ante las flechas del enemigo, al sentirlas como propias, al determinarme a sufrir, a esforzarme, a luchar cuanto sea necesario... a sacrificarme, al escuchar en palabras del rey espártano: "mi esposa... mi amor...", no hago más que juzgarme como un ser incapaz, como un miserable que no se merece nada de lo que tiene, porque por nada ha luchado... Pero ante todo recuerdo en toda la gente que está detrás mío, y siento que les debo algo. Y no es verdad, lo único que les debo es el mismo amor, la misma fuerza y el mismo apoyo que ellos me han brindado. ¿Por qué hemos perdido todos esos valores? ¿Por qué...?

A ti...